Fue un fenómeno adolescente por el gran éxito de ‘Royals’ y un álbum que fue aclamado por la crítica. Pero ahora, con 24 años, la música neozelandesa no persigue la fama masiva. Sigue la ruta del sol.
Puede ser tentador, tras pasar mucho tiempo con Lorde, preguntarse qué le pasa.
Es decir, ¿dónde esconde exactamente los puntos negativos, los defectos, las partes poco favorecedoras de cualquier personalidad que se asoman de manera incómoda, especialmente después de vivir una trayectoria tan extraña como la suya? Nadie que haya sido famosa y agasajada desde los 16 años, podría estar tan bien adaptada. ¿O sí?
Ni siquiera se trata de que la cantante y compositora cuyo nombre de pila es Ella Yelich-O’Connor, ahora de 24 años, se presente como alguien especialmente perfecta, segura de sí misma o inmune a las críticas. No es que no tenga dudas, inseguridades, ataques de vanidad, impaciencia o que vea cosas en su celular sin pensar demasiado.
Pero Lorde —la humana y la artista— suele ir un paso adelante, de forma intuitiva y emocional, tras haber pensado en su realidad desde la mayoría de los ángulos: cómo le pareció algo, cómo podría expresarlo, cómo será recibido y cómo podría procesar la forma en que fue interpretada. Ese es un conjunto de habilidades que muchas personas que llegan al estrellato como ella —una adolescente brillante de un pueblo pequeño con un éxito arrollador— pueden fingir bastante bien. Pero pocos lo hacen de forma tan convincente.
“Sé lo suficiente como para saber que las personas en mi posición son símbolos y arquetipos y que el lugar donde nos encontramos con la gente, en el contexto de la cultura y la actualidad, está fuera de nuestro control, así que intento no preocuparme demasiado”, comentó Lorde recientemente, con la consideración y el zen que la caracterizan, antes del lanzamiento de su tercer álbum.
“Es una posición muy divertida”, reconoció. “Es absurdo”.
Pero es ese sentido de la perspectiva y la autoconciencia lo que ha hecho que Lorde siga adelante en una industria a menudo implacable. De hecho, grabó un álbum entero sobre la búsqueda del equilibrio.
Solar Power, que saldrá a la venta el 20 de agosto, es lo que ocurre cuando una estrella del pop burla al sistema, se desvía de sus extrañas exigencias, deja de intentar hacer éxitos y decide susurrar a sus seguidores más devotos cómo lo logró. Para Lorde, el truco fue tener una vida —una vida real— lejos de todo lo demás. Y también tirar su celular al mar. (Un terapeuta tampoco le vino mal).
Tras el reinado de “Royals”, su primer sencillo —que estuvo nueve semanas en el puesto número uno y ganó dos premios Grammy— y su debut con el álbum Pure Heroine de 2013, que fue disco de platino en tres oportunidades debido a sus ventas, Lorde tardó cuatro años en lanzar otro material. En comparación, Melodrama, su segundo disco que fue lanzado en 2017, palideció a nivel comercial pero reajustó las expectativas desmesuradas. Además, la estableció como un fenómeno convertido en autora, lo que le valió buenas críticas y otra nominación a los premios Grammy, esta vez en la categoría de álbum del año. Después, reservó cuatro años para dedicarse a ella.
En el camino, Lorde se convirtió en un modelo para la industria, una suerte de cantautora diferente y precoz que construye mundos y abrió caminos para una generación que incluye a Halsey, Billie Eilish y Olivia Rodrigo. Pero Lorde no se quedó a mirar lo que pasaba.
“Volví a vivir mi vida”, dijo sobre su pausa reciente, identificándose como “una flor de invernadero, una persona delicada y una introvertida empedernida”, agotada tras más de un año de promoción y gira del álbum Melodrama. “Es difícil que la gente lo entienda”.
“Últimamente lo que más me preguntan es: ‘¿Qué has estado haciendo?’”, añadió. “Yo digo: ‘Oh, no, no, no: esto es un descanso de mi vida’. Vuelvo y hago estas cosas porque creo en el álbum”.
Incluso ahora, con las obligaciones generadas por Solar Power, Lorde programó unas vacaciones de una semana en la playa con amigos, y aprovechó una entrevista programada como una ocasión para realizar varias tareas, caminando para comprar una bolsa llena de buen queso para el viaje.
Sin embargo, durante la mayor parte de los últimos cuatro años Lorde ha vivido como Ella entre la vegetación y el esplendor de los muelles donde creció, en Auckland, Nueva Zelanda, y sus alrededores, trabajando para descubrir sus límites.
Una amiga de las amigas que conoció en ese lugar, Francesca Hopkins, dijo: “Todo ese asunto de Lorde no se menciona ni se ha comentado realmente. Probablemente pueda contar con una mano la cantidad de veces que se ha pronunciado la palabra ‘Lorde’”.
La cantante también comenzó el proceso de abordar su adicción a internet, inspirada en libros como Pilgrim at Tinker Creek de Annie Dillard y Cómo no hacer nada de Jenny Odell.
“Veía que mi tiempo de pantalla llegaba como a 11 horas y sabía que era solo por mirar el Daily Mail”, dijo Lorde. “Recuerdo que me senté en la cama y me di cuenta de que podía llegar al final de mi vida y haber hecho esto todos los días. Y depende de mí elegir, ahora mismo. Así que simplemente elegí”.
Al final hizo falta más que eso: el teléfono de Lorde, configurado en escala de grises, ahora no tiene navegador de Internet; no puede entrar en sus aplicaciones de redes sociales (otros manejan las contraseñas); y un amigo codificador incluso hizo que YouTube fuera inaccesible en su computadora portátil.
En cambio cocinó, horneó, paseó al perro, nadó, cultivó el jardín —en otras palabras, se relajó— mientras esperaba a ver “si ocurría algo más sobre lo que valiera la pena escribir”. Pero resultó que ya lo había hecho, especialmente cuando se entretejía con su existencia actual.
En “The Path”, la deslumbrante canción con que inicia Solar Power y que escribió como una especie de declaración de tesis para el álbum, Lorde se describe como “criada en la hierba alta”, pero también como una “adolescente millonaria que tiene pesadillas en las que aparecen las luces de las cámaras”. “Si buscas una salvadora, esa no soy yo”, advierte. No obstante ofrece una alternativa embriagadora: el sol.
“Estoy consciente de cómo me mira la gente”, dice Lorde. “Puedo sentir la enorme cantidad de amor y devoción que las personas sienten por mí —y por la gente que está en mi posición— y enseguida quise decir: ‘Yo no soy la que merece tu devoción. Básicamente, soy como tú’”.
Y agregó: “Mis chicos —mi comunidad— esperan trascendencia espiritual de mi parte, de estas obras. ‘¡Necesito que Lorde vuelva y me diga cómo sentirme, que me diga cómo procesar este periodo de mi vida!’. Y yo, lo que pienso es: ‘No sé si puedo ayudarte con eso. Pero lo que sí sé es que, si todos miramos hacia arriba, ¡eso nos ayudará mucho!’”.
Jugando con el papel de estrella del pop como mesías, abrazó el personaje de líder de la secta en la canción, haciendo proselitismo sobre el mundo natural.
Pero Lorde también sabe que estos consejos proceden de un lugar privilegiado, ya que coinciden con algunos de los principios más obvios de la cultura moderna del bienestar (que también critica en el álbum): salir a la calle. Pasar tiempo con la familia. Apagar el teléfono. Salir con los amigos.
Lo que evita que Solar Power resulte didáctico o excesivamente simplificado son las letras en las que satiriza sus propias experiencias, basándose en detalles chismosos y rebajando las ideas demasiado elevadas con humor, como cuando interrumpe un frágil tratado sobre el envejecimiento con la frase: “Tal vez solo estoy… drogada en el salón de uñas”.
La artista, que antes cantaba con desprecio y desde la distancia sobre la cultura de las celebridades, ahora señala su “baúl lleno de ropa de Simone y Céline” y el tiempo que ha pasado en hoteles, en la Gala del Met, en los Grammy y en aviones. “Tengo cientos de vestidos, tengo cuadros enmarcados”, canta en “The Man With the Axe”. “Y una garganta que se llena de pánico cada día de festival/ que se deshace en honor a la princesa de Noruega”.
Sin embargo, alejarse de todo eso, aclara Lorde, simplemente se siente mejor. “Adiós a todas las botellas, a todos los modelos, adiós a los niños que hacen fila para comprar los nuevos productos de Supreme”, añade en “California”, cerrando el ciclo de vuelta a su ethos de Pure Heroine.
Lorde sabía que necesitaba un sonido soberbiamente fuera de lo común que se ajustara a su tema y a su sentido de la desconexión. Encontró la estética “twinkly” para Solar Power combinando influencias de los años 60 y 70, como los Mamas and the Papas y los Bee Gees, con artistas de su juventud, a menudo denostados, que representaban lo que ella llamaba “optimismo playero de fin de siglo”: All Saints, S Club 7, Natalie Imbruglia, Nelly Furtado.
Alguna vez fiel a la electrónica y alérgica a las guitarras, Lorde solo emplea una caja de ritmos 808 en todo el álbum, en una sección que pretende ser un retroceso autorreferencial. “Definitivamente no hay un exitazo”, declaró sobre sus perspectivas comerciales con una carcajada. “Es lógico que no sea un exitazo, porque ni siquiera sé realmente qué son los exitazos ahora”.
Juró no volver a alcanzar las alturas de “Royals”. “Es una causa perdida”, comentó. “¿Te imaginas? No me hago ilusiones. Aquello fue un momento excepcional en la vida”.
Sin embargo, ha encontrado un aliado en la experimentación y el agnosticismo sobre Billboard en el productor y compositor Jack Antonoff, con quien también escribió y produjo Melodrama.
“Grabas tu primer álbum con una alegría increíble porque no existe nada”, explicó Antonoff. Pero recordó la inminente presión que precedió a la segunda grabación de Lorde, por lo que tuvieron que aislarse para evitar el bullicio, lo que dio lugar a la intimidad que se percibe en Melodrama.
Solar Power, dijo, surgió de una renovada sensación de libertad. “El tercer álbum es un gran lugar para hacerlo, para despertar y decir: ‘Realmente amo este trabajo y tengo mucha suerte de estar aquí’. Simplemente vuelves a conectarte con lo que haces. Hubo mucho de eso”.
Lorde estuvo de acuerdo. “Sentí que podía relajarme y presumir un poco”, concluyó.
Sin embargo, es en el contexto de Antonoff donde Lorde expresó lo más parecido a la angustia que pudo experimentar. En concreto, se mostró en desacuerdo con un creciente contingente de fans y críticos que meten en el mismo saco el extenso trabajo del productor con otras artistas pop femeninas —Taylor Swift, Lana Del Rey y Clairo, entre ellas—, reduciendo a Lorde a una yegua más en lo que ella denomina, con algo de filo y más humor, “el establo de Jack”.
“No he hecho un disco de Jack Antonoff”, dijo la cantante. “He hecho un disco de Lorde y él me ha ayudado a hacerlo y me ha delegado muchas tareas de producción y los arreglos. Jack estaría de acuerdo con esto. Darle esa cantidad de crédito es francamente insultante”. Ella calificó la narración —que también ha incluido especulaciones sobre la vida romántica y sexual de la pareja— de “retro” y “sexista”.
“Sé que hay ciertas señas de identidad de lo que hace Jack y algunas de esas cosas me encantan y otras no me gustan. Y las saco a golpes del trabajo que hacemos juntos”, añadió. “Lo digo con mucho amor y cariño, pero me siento como si estuviéramos arreglando una casa juntos y él dijera: ‘¡Mira esta servilleta que he diseñado en forma de dos cisnes! ¡Mira este conjunto de cestas tejidas!’. Y yo le digo: ‘Genial, una por habitación’”.
En un ensayo reciente para una actuación en un programa de televisión nocturno, Lorde estaba claramente al mando y atenta a los detalles. Al llegar, Antonoff advirtió que su forma de tocar la guitarra sería “bastante floja”.
“¿Qué tan floja?”, respondió Lorde. Más tarde, hizo una pausa al cantar para escuchar con más atención el arreglo. “Lo único que haría sería clavarte un poco más en la grabación”, ofreció Lorde, con la franqueza que otorga una sociedad experimentada.
“¡Pero bonito!”, añadió.
“Nadie que esté en un trabajo como este tiene una relación como la que tengo con Jack”, dijo Lorde después. “Él es como un compañero para mí. Tenemos una relación. No es una relación romántica, pero llevamos siete años en ella, y es algo realmente único, así que no recrimino que la gente no pueda entenderlo”.
Trató de mantener la misma mentalidad para el lanzamiento de Solar Power, dijo, volviendo a la idea de que estaba “muy, muy reconciliada y a gusto con cosas como la percepción del público. Simplemente, hoy en día no me perturba”.
“Casi valoro que la gente no lo entienda al principio”, dijo sobre el álbum. “Me deprime un poco cuando sale un álbum y lo reviso muy rápido y miro Genius y leo todas las letras en tres minutos y me doy cuenta de que sé exactamente lo que es y no va a crecer”.
“Creo que todavía estoy dando algo que es realmente digerible”, añadió Lorde con una sonrisa de satisfacción, “pero me gusta confundir. Me gusta ser eso para la gente”.
Joe Coscarelli es reportero cultural especializado en música pop. Su trabajo busca revelar las maneras en las que se descubren, crean y comercializan las canciones de éxito y los nuevos artistas. Antes trabajó en la revista New York y The Village Voice. @joecoscarelli
Source: Music - nytimes.com